Escribir, antes, -si no supe aprovechar el tiempo que duró –era un trabajo, como de oficina, es más, era un trabajo de oficina, a la cual entraba a eso de las nueve de la mañana café en mano y me ponía a divagar entre papeles y garabatos de palabras hasta la hora de comer, y luego vuelta al papeleo y al palabrerío obligado. Así como suena, rutinario, obligado por la necesidad de comer de esta fuente, de un sentimiento que a fuerza de días y horas de dedicación iba tomando forma y color hasta parecerse a una novela, espejo del esfuerzo de mi trabajo. Los resultados, los de esperarse, una estética lograda a base de presiones y vacío emocional, de carácter corporativo, una novela muy parecida a la que todo el mundo que alguna vez hubo deseado ser escritor, o fantaseado con esa posibilidad pero sin estar dispuesto a gozar del sufrimiento del esfuerzo que conlleva, quiso escribir, pero en definitiva jamás concluyó. Me incluyo, puesto que jamás he terminado de escribir esta novela, y en esencia creo que nunca la voy a terminar de escribir, porque si estuviera, por obra de algún apuro lleno de ansiedad o de una decisión apresurada, externa, interna o lo que fuere, concluida, creo que no sería más esta novela con la que muchos sueñan y nunca la alcanzan; el sueño ahora sería realidad y se desintegraría como el azúcar el en café de la mañana, y sin dudas sería un café aguachento sin gusto ni gracia. El problema principal reside en que el encanto de esta novela se aloja en la eterna reescritura, como desear ser siempre joven o que un sueño no acabe y no nos arranque de la cama, pero que en definitiva, de lo único que habla es de eso.
Como he dicho, la concepción de este tipo de escritura, llegó a su fin, y posiblemente o no, jamás se podrá medir tan certeramente, supe aprovechar lo que fue. El lado positivo de pensar una escritura trabajo es que uno a un trabajo puede renunciar o ser despedido, lo que implica el fin de la relación laboral que mantenía unido a las dos partes: empleador-idea de novela y empleado-voluntad de escritor. Cabe agregar que a mí los trabajos jamás me duraron más de seis meses, en principio, por la dinámica laboral de este mundo falto de las seguridades que caracterizaban a los trabajos en el pasado; y siguiendo por mi necesidad de cambiar de estilo de vida cada medio año, lo insoportable de la rutina diaria que con tanto esmero construia y luego un buen día donde las oportunidades llegaban a mí como puertas que se abrían en mi cabeza, la destruía con el mismo esmero, que nada quedaba de lo sembrado.
Luego escribir se tornó con la vivencia de ciertas experiencias y el paso implacable del tiempo en un deber. Lo supe en el mismo instante en que quise darle la espalda a una historia que no quería contar, y al momento de disponerme a desechar el producto de la escritura de años de intermitente trabajo por considerarla imposible y absurda, no desaparecía, no se desvanecía ni se resignaba a quedar olvidada en el pasado como tantas otras veces había sucedido. La historia quería ser contada a toda costa, me obligaba a quedarme pensando en ella y no se iba. Y en esa lucha de intereses opuestos, de riñas interminables a las tres de la mañana, le di la espalda. No sirvió de mucho, porque enseguida, al voltear, me di cuenta que seguía ahí: no era como en los trabajos que una vez que te vas, ya no tenés que seguir viéndole la cara al de al lado a las siete de la mañana, lagañoso, malhumorado y con mal aliento. No. El deber de escribir, la historia me miraba por la espalda. Sentía cómo me clavaba su mira en la nuca, y ni un instante durante el día o en un momento de baja guardia a la noche, me dejaba de acusar. Al mirarla a la cara, conocí la necesidad y un poco la desesperación. Y al intentar escribir, no buscaba sino algún tipo de reconciliación con aquello que volvía a mí sin ser llamado. Luego busqué el desahogo y el sosiego; la extremaunción, la expiación y la salvación. La sanación, la curación y el renacimiento también fueron todos estados puros de mi alma por los que tuve que atravesar para poder hoy sentirme libre de todo sentimiento mundano y entorpecedor del trabajo de la creación.
1 comentario:
bien ahi ILpe! me cabe la incrustacion de tapa, es como que salio la chica de la noche , salio a la calle , la vio muy extraña y se metio en una bolsita.
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