14 oct 2007

Sueño del primero de enero del 2007

Primer sueño del año

Harto de la civilización, de la vida en la ciudad, de los peligros diarios que acechan en cada esquina, harto de vivir en un lugar como San Martín, todos los días al filo del cuchillo esperando por clavarme, de la miseria humana a la vis­ta y la violencia cotidiana instalada como una forma de vida, decido que ya es tiempo de alejarme, irme, viajar y olvidarme de la condena de la degradación de mis sueños. Me es urgente emprender nuevos rumbos y hacia donde yo voy no hay quien pueda seguirme el paso.
Cargo poco y nada en una mochila y me tomo un colectivo hasta el Tigre. De, ahí tomo un bote que me llevara a donde la corriente lo indique a través de las islas formadas entre ríos con olor a tierra y vegetación creciendo a capricho. Toco una orilla y allí bajo a tierra. De ahora en más, mi viaje es a pie a través del barro y los bosques de esa isla.
Recorriendo el lugar a lo largo de una jornada entera, logré hallar una choza rústica fabricada con hojas y ramas de los árboles, pero que se mantenía firme y deshabitada, al parecer, desde hacía un buen tiempo. En seguida elegí ese lugar como mi nueva morada, el sitio donde iba a sentar base y establecerme para llevar adelante mi proyecto de sobrevivir en soledad a través de los días. Adentro de la choza no había más que rastros de fuegos previos y del paso de animales. El piso era de un barro húmedo y pantanoso. Lo primero que hice fue encender un fuego.
En una de las esquinas de la choza vi un objeto que pensé que era un pedazo de madera, pero que resultó ser algo más que eso, algo que me indicó que todo el camino hasta llegar a ese lugar era el correcto. Al quitarle un poco de barro con la mano descubrí que era un libro. Al abrirlo, vi que era un diario. Me senté jun­to al fuego a leer las palabras que había hallado. Eran las anotaciones de un viajero, de un escritor, un pionero que había iniciado tiempo atrás un camino similar al mío. Pero por algún motivo que desconocía, las páginas finalizaban con la narración de algunos episodios ocurridos en esta misma choza. Luego, las palabras terminaban y quedaba la mitad del diario en blanco, un poco manchado con barro. Leía y releía y me preguntaba que le habría ocurrido al escritor de esas líneas, si se había dejado olvidado el diario siguiendo su camino o si había desaparecido o había sido raptado.
Con las sucesivas lecturas del diario, mi sentimiento de rechazo hacia la sociedad se iba consolidando al encontrar un refugio en las conclusiones de una persona con una experiencia similar a la mía. Ya estaba convencido y mi repudio a la civilización era un hecho.
Yo mismo, escritor, en medio de una isla de río disfrutando de mis días en soledad, solo con mis pensamientos y un diario que le falta una mitad por escribir, decidí comenzar a registrar mi experiencia. No tenía interés en conservar ese diario como un objeto de museo. Comencé a continuarlo, estirando las líneas que ya estaban trazadas hasta el final de sus páginas. Para no volverme un mono del pensamiento, todo lo que escribía estaba redactado como si de tratase de una larga carta que dirigida a Lara que se encontraba de viaje en Europa.

La noche no era nada fácil. Al caer las últimas luces del sol ya tenía preparado mi fuego, pero en lugar de ahuyentar a las sombras, las hacía bailar por las paredes y tomar formas y figuras tenebrosas. Por las noches llegaban para unírseme los viejos fantasmas de la ciudad que creía que haber dejado al alejarme. Me atacaba con fuerza el pensamiento de no poder soportarlo hasta el extremo del dolor y la locura. Pero la noche siempre quedaba atrás y el nuevo día prometía nuevas aventuras.
Uno de los últimos pasajes escritos en el diario por el otro escritor hacia referencia a su experimentación con plantas de la isla que alteraban la percepción. Luego de un estudio de varias plantas, escribe: "voy a buscar la estimulación mental y espiritual a través de una planta llamada floripondio", Y en la página del al lado, varios dibujos de las flores más conocidas y fáciles de hallar.
Recorriendo la isla, pude encontrar las flores del floripondio y volví a mi choza para preparar una infusión y de esta manera para seguir avanzando en la concreción de mi plan maestro.
Una vez listo, lo tomé y me senté contra una de las paredes de la choza esperar los efectos con paciencia. Las alucinaciones no tardaron en presentarse. Sobre el piso de barro de la choza se abrió una pileta de agua clara y transparente. En ella nadaban dos seres muy queridos que había dejado allá en la ciudad cuando me fui. Ellos flotando y yo en el borde, conversamos y no me siento solo.

2 comentarios:

Otis DeLed dijo...

hermano perseguidor:
estube pensando que los textos ke sean extensos podrian ser separados en capitulos. entendiendo ke los textos como este no son largos, aunque si largos para leerlos en una pantalla. Asi le dariamos al lector la posivilidad de ller los textos con mayor comodidad, entoncez se pondria en la etiketa el nombre del texto y cuando uno clickea ahi , aparecerian todos los capitulos. entoncez el lector tendria la comodidad de leer un capitulo y despues poder continuar con el prox en otro momento.
entendiendo el ritmo de este medio.

Otis DeLed dijo...

tambien sabiendo ke no tenemos la posibilidad de un señalador virtual.:P