7 may 2012

¿Y luego de luego de luego de luego de luego de luego de luego, qué?


Hace tiempo que P y Kun habían comenzado a poner en práctica un experimento onírico que habían estado elucubrando noches y mañanas, intentando desentrañar los misterios que ocurrían en esos momentos luego de cerrar los ojos casi al mismo tiempo y antes de abrirlos nuevamente, narrando sus sueños, e intentando hallar los invisibles filamentos que los conectaban y daban algún lejano indicio de esa oculta conexión.
Esa noche, como tantas otras noches antes de quedarse dormidos, dijeron sus oraciones e hicieron las visualizaciones para inducir el sueño en el que se encontraran. Primero, con los ojos cerrados aun en el estado de conciencia cerebral, se proyectarían a sí mismos como esferas resplandecientes de energía violeta, luego, adentrándose un poco hacia el subconciente, las esferas comenzarían a vibrar tan alto como pudieran y a elevarse hacia el negro cosmos, abandonando de a poco el cuerpo físico relajado en la cama, con los brazos entrecruzados, y finalmente, de una manera casi imperceptible, caerían allí, en ese espacio tan grande como infinito, donde la verdadera aventura de encontrarse comenzaría.
P le da a Kun un papel con unas líneas que acaba de escribir; dice: 
“Cuando desperté, todavía allí estaba el dinosaurio”
y Kun lee:
“Cuando aquella otra tarde desperté de una siesta inducida por una hipnosis que me provocaba el goteo incesante de una canilla mal cerrada en el baño, que atravesaba toda la sala, el comedor y llegaba hasta la cama en la que me encontraba acostada, abrí los ojos producto del sobresalto causado por un extraño y peculiar sueño que aún palpaba a flor de piel...”
Comienza el sueño.

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