9 ago 2011

No sabes lo que es sentirse perseguido por ese gigante

ahi estaba el gigante, era muy feo, gordo y todo grasoso. tenia la cara de un buey si hubiera nacido de una cabra y un guanaco. sus manos eran teclas de una maquina de escribir olivetti y su cabello cintas de vhs olvidadas en una calle y flameante al viento. sus dientes eran todos los dientes arrancados por los diabolicos ortodoncistas que prefirieron extirpar a curar, comprados en el mercado negro. en el centro del ojo tenia un cuadro, una reproduccion de un cuadro de Van gogh, de los que se pueden encontrar en hoteles baratos y malolientes o casas de mal gusto o consultorios odontologicos. su otro ojo, era un disco de vinilo de Ben E King, en su epoca de furor, año 1959 junto a su conjunto The Drifters, sonando y sonando, dejando espacios de silencio cada muy tanto, cuando guiñaba o se iba a dormir. rara vez dormia, porque el sonido crujiente de todas las partes de su cuerpo no le dejaba pegar un ojo, y mientras no se cerrara su ojo, seguia sonando aquel disco gastado y rayado, a veces trabandose en una frase que lo torturaba hasta querer clavarse una de las teclas de maquina de escribir de sus dedos en su ojito bionico. solo comia chocolate, mas precisamente, aceite hidrogenado, pseudochocolate,
la grasa del cuerpo del grasoso, gordo y feo gigante provenia de los desperdicios de los mataderos, alli es donde iba a buscar la lubricacion necesaria para que su cuerpo pudiera deslizarse por el mundo. caso contrario, todas sus partes mecanicas, los rejuntes de basurero que pretendian ser una obra de arte viva, se descomponian y se quebraban facilmente. Usualmente, solia untarse manteca de cacao y restos de comida de los restaurantes del microcentro, peleando mordida a mordida con los vagabundos zombis que poblaban las noches de buenos lares cuando la gente de bien se disponia a retirarse a sus aposentos privados a continuar con su vida de cuasirreclusion. Un gran problema acuciaba al gigante, y esto eran los gatos, que con facilidad y rapidez se reproducian en los techos de la ciudad a la luz de la luna, en esas noches placidas cuando solo podian oirse sus gemidos tan parecidos a gritos de mujer pidiendo ayuda frente a un asaltante. Los gatos sabian de la condicion grasosa de su cuerpo y aprovechaban a anidar, simulando a las ratas, a quienes habian vencido siglos ha usurpando su lugar en la casa de los hombres, y desde las entrañas del gigante, lamian con esmero y dedicacion el lubricante animal que tanto le habia costado conseguir. Solo podia, ante esta adversa situacion, eructar alguna bola de pelusa, mimetizandose con sus huespedes hostiles, y tal vez, dejar caer un poema, arañando las paredes de cayejones donde podia encontrar un refugio a salvo, rasgando ladrillos y dejando grabadas en el concreto sus mas tiernos deseos de ser algo que ya no era o jamas habia sido...

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