Fragmento de "Los sobrevivientes"
Me encontré acostado en el mástil de la plaza del barrio, boca arriba, con el cuerpo adolorido. Había vuelto a la ciudad, donde reinaba el hombre, lejos de los peligros de los bosques, de los montes y de las selvas.
-Entonces fue un sueño –fue lo primero que pensé luego de despertar.
Me incorporé con dificultad. Todas las imágenes recientes comenzaron a desaparecer poco a poco, y en unos instantes, no retuve nada de lo que había soñado. En un parpadeo me había olvidado de toda la aventura previa, y solo me quedaba una rara sensación de alivio y extrañeza. Me dolía el brazo derecho. Suponía que se me había entumecido por la mala postura en la que había dormido y por la dureza del mármol que me había servido de cama. Miré el mármol: era el mismo del que estaba hecho el piso del palacio del León. De pronto, comencé a recordar todo desde una lejanía. El palacio donde el León era el rey de lo Impenetrable. Me llevé una mano a la cabeza para recordar mejor, y cuando me toqué el brazo derecho, noté una herida, y recordé al leopardo. Recordé sus ojos con tanta intensidad que me pareció volverlo a ver frente a mí. ¡Y es que estaba frente a mí! Retrocedí asustado al toparme con su cara tan cerca de mí, y el hizo lo mismo. Di unos pasos hacia atrás para contemplarlo mejor, y cerciorarme de que verdaderamente esta allí, al tiempo que él retrocedía unos pasos y adoptaba una expresión de sorpresa en su rostro.
Al principio no entendí, creí que me seguía persiguiendo, y me eché a correr. Pero él también se echó a correr, en dirección contraria a la mía, y me fui a refugiar detrás del mástil. Me agaché para que no me viera y me quedé oculto por unos segundos hasta que recobrara la respiración normal. Estaba realmente asustado. Luego de un momento, asomé la cabeza y pude ver su cabeza que sobresalía por sobre el gran monumento de mármol. De inmediato volví a ocultarme. Si ya me había visto, no tardaría en venir tras de mí. Pensé un momento. Si me echaba a correr por medio de la plaza, a los pocos pasos me alcanzaría con su gran velocidad y me destriparía con sus garras.
Eché a correr por el otro costado del mástil, pensando en que él me buscaría por el lado donde había despertado. Pero no. Él optó por tomar el mismo costado que yo, y a los pocos pasos nos encontramos nuevamente. Antes de seguir avanzando, volví a mi escondite y el leopardo volvió a esconderse en el suyo. Esta vez probé por el otro costado. Y al mismo tiempo apareció él y volví a chocarme con su cara de idiota. Retrocedí atontado a mi escondite y aguardé un momento. Era tan tonto o tan inteligente como yo. ¿Cuánto tiempo más podría estar evitándolo si no era más que un espejo?
Subí despacio a la parte superior del mástil sabiendo que él también lo haría. De lo alto del poste colgaba una máquina de luces ridículamente antigua. No había otra opción. Quizá fuera una puerta de escape hacia otro tiempo. Salté para colgarme de la máquina, al mismo tiempo que el leopardo saltaba hacia mí, y los dos desaparecimos en el aire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario