ahora sí queres decir, ahora sí queres hablar de este dilema de alma eterna atrapada en cuerpo absurdo viviendo un tiempo azaroso en un rincón del universo que no elegí
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volví a la ciudad de la que nunca pretendí escapar sin abandonar la morada con un apretón de manos. digno de un hambre feroz, me encerré en la jaula de los leones. Mirando una estrella, se descorrió el día. Apretando el botón de la luna, salió el sol. me pudrí anestesiado en la última catacumba donde los muertos o los inexistentes danzan en rondas alrededor. abrí las fosas nasales para dejar que el viento helado de la mañana temple mi psique y la haga viento. una vieja con dentadura posiza -un presagio de muerte -me sonrió desde la ventana del edificio de enfrente, ¿sabrá de lo que estoy hablando?
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cerrá esa puerta. agarrá esa silla. sentate. sentite entre estas cuatro paredes agobiantes. reconforta, ¿no? decís, cómo me pudo pasar, cuando te caigas al suelo y te deprimas en tu complexión. te harás malo y descubrirás que la poesía descubre el rostro de los farsantes que pretenden explicar el mundo. vos, escribiendo versos a un árbol moribundo, en cuya corteza está escrita la historia del tiempo que atestiguó.
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Bahal ha dicho: nada dura. Gaidar ha esgrimido: inútil la hora del que se quiere aferrar a una raíz que no lo ata. Grossens ha rubricado: este ya no es el tiempo de las comadrejas. De Abeles sostuvo: no hay corazones que no se aboquen hasta el síncopa por su fuente vital, que no se ahoguen en el fluir de la sangre eufórica. Soulé canta: compulsión, si te siento es que estoy vivo, aunque viva como un muerto.
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