4 may 2007

La escritura es una villa


Cuando entras es porque decís “ahí esta lo mío”
Te metes por la entrada que conoces, que es la que se ve, aunque no es la unica. Hasta ahora se caminaba ingenuamente por la calle, resguardada la conciencia con un boton por esquina en los barrios pudientes. Nada de eso. Nada de calles, tampoco nada de vagabundaje. En los pasillos hay que moverse rápido. Hay que ser astuto. Hay que ser más astuto que todos, sino alguien mas astuto te pone.
Supongamos que la convicción de seguir adelante te salva de los posibles guachines que te pongan por gil. Algo conocés. A alguien conocés, si no no entrás, o sos un suicida. Sabiendo a donde ir, con la certeza en el paso, se llega al rancho de la persona adentro. Se pasa directamente. Las puertas son una formalidad. El conocido adentro está preparando una comida sabrosa y barata con una garrafa. Comemos y fumamos de la pipa de la buena paz.
Ahí adentro comienza a nacer en vos algo, un interés que surge, que el conocido adentro te hace llegar, algo que todo el que vive adentro conoce y merece: su perla.
Por supuesto que la perla no la tienen entre las manos. No tiene perla para compartir. Pero no hay drama. Un guachin ya la fue a buscar a otro lado donde el sabe.
En la espera se fuma de la pipa de la paz, ignorando por un segundo que afuera estalla una guerra.
Se escuchan gritos, se asoman cabezas, se pregunta, comentan. Todo mientras esperamos. Aquí tengo una porción de la literatura épica viviente más asombrosa que oí hasta el momento. El conocido adentro es el Aedo. Invoca a las musas y consagra la perla a cada presente. Cuenta la historia de un viaje, una travesia que termino en infinitas aventuras de huidas en autos, dobladas y tiros, habiendo empezado como un viaje de placer.


Al dejar tirados los autos
Los nuestros escapan
Nuestra fortaleza los aguarda
Por el tesoro del pirata.

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