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Por tercera vez entre en la casa del diablo,
él y sus ninfas insistían en sarcarme información.
Me llenaron de néctar de uvas, y de humos habladores.
Verborragico como siempre, y por demas bajo los excesos,
sumergido en una difícil tarea.
El Ave había susurrado algo referente a los olores,
así fue que adverti el edor del azufre brotando de sus poros,
atento y prudente ante su invitación a compartir su harem.
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