La Música ocupa un lugar esencial en la vida de la comunidad, a tal punto que la comunicación se produce mediante el canto. Las palabras entonan melodías en sí y los tonos de las melodías de las palabras demarcan el énfasis o un estado de ánimo con el que van acompañadas.
Pero la Música es no solo comunicación, ya sea una cotidiana o de carácter espiritual. La totalidad de las tareas de la comunidad son sostenidas con una cierta melodía, aunque a veces estas no incluyan las palabras. Cuando sí lo hacen, se utiliza la palabra nio-kor-ton-ko, que refiere a la música, combinada con ko ku ka kek para transmitir un mensaje o una emoción captada de la tierra, ter-reb-ven para compartir una enseñanza de la lluvia, abdra-jantra para simplemente observar el cielo nocturno y compartir la música de las estrellas o ngueneche para develar uno de los misterios de lo supremo. Las variaciones son múltiples y sus significados infinitos.
La música no solo es percibida como vibraciones de la voz o de algún instrumento, sino, al igual que las palabras, a través de los colores que se les confiere a los significados. Así, mientras se entona un canto, al mismo tiempo se pinta un paisaje, o se narra acerca del color del río, del olor de la tormenta o el susurro de la hierba y otros hermanos verdes de la naturaleza.
La Música es tanto o más importante que las palabras, con excepción de la octava palabra, a la que le está destinado todo el séptimo día, el impronunciable silencio. El séptimo día, o el día cero o fuera del tiempo, es el día del silencio y todas las palabras son olvidadas y dejadas de lado. Se cubren las siete rocas con mantas de pieles y cada ser es abocado al silencio perpetuo, desde el amanecer hasta la hora de los tambores, que es un tiempo luego de la puesta del séptimo sol, el sol cero o fuera del espacio, que cae para dar inicio a la noche perpetua en la que se dan nacimiento a las siete nuevas palabras que ocuparán sus vidas por los próximos siete días. Cualquiera de los individuos comienza a tocar el tambor indicando que ya está preparado para volver de la morada del silencio, solo cuando los siete tambores suenen al unísono pronunciado el retorno de sus viajes. Entonces, producto de la jornada de reflexión, se exponen las nuevas palabras, ya cargadas de sabiduría, experiencia y significado.
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