Si, había vida de ensueño de amor profundo, solo por momentos, el resto del tiempo tenia ganas de clavarle aquel palillo que tan bien le quedaba sujeto a su cabello brillosamente rubio en su sexo, y esas orquillas que usaba en los costados cuando escribía, en su diario viajero (aquel que el imaginaba que escribía barbaridades sobre sus reacciones) en los pezones. Por que solo podía exitarce con ella, el resto le repugnaba, no eran mas que vulgares perras en celo.
En algunas ocaciones le desagradaban sus gemidos y su lengua babosa. Desde el comienzo fue así el despreciaba su soberbio egoísmo y su desinterés constante hacia la vida, lo odiaba...
Pero aun así, dormía a su lado, el la miro dormir y en ese momento en el que el no tenia nada que ver con su vida y que su vida era solo un montón de deseos reprimidos, se sentía ignorado. La quería tomar, la tomo. Se adentro en su ser, se adentro en su sueño, quería unificarse, conciliar ese odio, olvidarlo, lo logro. No despertaba. Intento aun mas fuerte. Se alejo, no entendía porque no despertaba para ser tomada, porque no se entregaba fielmente como aquellas veces en la que sentía repulsión. La movió y ella abrió sus ojos violentamente, esos ojos a los que el adoraba, el color de aquellas flores cómicas. Se acerco para besarla. Ella corrió la cara desinteresada. El bruscamente forzó para que lo bese. Ella agarro el mismo palillo para recojerse el cabello, el mismo que el convertia en arma blanca cada vez que la veía firmemente, segura frente al espejo peinándose luego de bañarse o hacer el amo salvajemente y se lo clavo en su genital gritandole: "Tanto me odias".
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