3 sept 2007

Vamos al bosque


Vamos al bosque, nena. Allí se esconden las oscuridades profundas de nuestros cuerpos, encerrada entre los árboles, irreconocibles bajo la vista de los gigantes que sólo viven de día. Nosotros somos día, noche y anhelo, juegos, música y bebida espirituosa, contacto con lo más verde de la naturaleza en el corazón donde se templan los secretos. Un fuego puede ayudar.
Tarda, las ramas están húmedas. En el mientras, yo me sumerjo a través de un camino que trazó el pálido filoso que cae directo desde la luna y amputa los cuerpos. Ahí, un brazo mío, un torso de aquel otro, y entre la aglomeración de personas y sombras, se recorta tu cara bañada del blanco pálido que tanto llora la luna.
Con esta imagen aferrada entre los dientes, camino dos minutos alejándome de la civilización, un bosque que parece que no va a terminar nunca. Nosotros hicimos nuestro campamento y establecimos la base de operaciones. Nuestras mujeres yacen al calor de las llamas, despojándose de las ropas que ahora impiden continuar el recorrido que hace la mano de una sobre el hombro de la otra. Se ponen hermosas, mientras yo me alejo, para volver con un poco de claridad en mis ojos desde tanta oscuridad.
Soy sólo un sentido: el oído. Mi cuerpo ya se congeló, y da igual que cierra o abra los ojos; siempre están esos otros ojos que hacen su aparición relámpago. Y en la boca, la terrible necesidad de seguir fumando. Todo huele a noche.

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MARZO 06

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